Los sentimientos de culpa son viejos compañeros de la raza humana. Para entender qué es la culpa, podemos situarnos en varios niveles lógicos de lectura. Si tomamos como unidad de observación al individuo aislado, esto nos obliga a dar una descripción intra -psíquica del asunto. En este sentido Sigmund Freud dio una interesante definición. Los sentimientos de culpa , dijo, emergen por la distancia entre el superyó y las pulsiones. En términos sencillos; entre lo que deseamos y lo que nos prohíbe la norma social que hemos interiorizado durante el proceso de aculturación. Esta idea, totalmente cierta, explica las duras guerras internas que muchas personas mantienen consigo mismas. Pero si abrimos un poco el objetivo, vemos que la culpa también es una forma de vinculación entre dos o más personas, a veces, todo un estilo de relación.
Desde esta óptica, la angustia de culpa se produce por dos motivos; cuando los deseos propios distan demasiado de los ajenos, y cuando alguien cometió un error. En el primer caso estamos frente a una problemática simple pero compleja, fundamentada en una dura realidad; que en muchas situaciones es imposible satisfacer las necesidades propias y las ajenas al mismo tiempo. Por ese motivo se suele inferir que la otra cara de la moneda de la culpa es el enfado. Los sentimientos de culpa cursan con sentimientos de rabia (más o menos conscientes) y construyen relaciones de conflicto, a veces encubierto, como cuando se expresa la hostilidad con el látigo de la indiferencia, otras veces explícitos, como cuando el campo de batalla es muy visible y la culpa el arma arrojadiza que va pasando, como una patata caliente, desde los unos a los otros. En resumen, cuando los acontecimientos no coinciden con los deseo o alguien no hizo lo correcto empieza la rueda; “tu deberías haber hecho esto o o deberías haber hecho aquello”
Los conflictos anudados por la culpa siempre cursan con una confluencia; una falta de diferenciación entre dos identidades; una mala gestión de los límites que fabrica una guerra, donde existe una necesidad de distanciamiento a la par que un deseo de reconocimiento. La culpa, entonces, es el mecanismo que impide la separación entre dos personas que, por el momento, no encuentran una forma mas amorosa de vincularse. Pero aclaremos que cuando decimos “separación” nos estamos refiriendo a la capacidad de tomar la distancia necesaria para permitir que la relación puede re-definirse en otra dirección, de manera que el vínculo encuentre otras vías más creativas, más íntimas, más satisfactorias de proyectarse en el futuro.
Si ahora nos colocamos en otro orden lógico, vemos que la culpan también sirve para congelar el tiempo. Pero, ¿cómo funciona esto? Es fácil. Sólo hay que saber que los sentimientos de culpa también se relacionan con el sentimiento de deuda, y que estos dificultan la posibilidad de decir “No” Podemos ver cómo funciona este fenómeno si lo relacionamos con dos modelos educativos, o mejor dicho, con dos modelos parentales: el modelo autoritario y modelo “amoroso” En el primer caso el mensaje es muy claro “Yo soy el que mando y tu te sometes” Esta es, desde luego, una buena estrategia, aunque costosa desde el punto de vista de que obliga al que ostenta el poder a mantener un control sobre el subordinado, y además, está mal vista. El estilo “amoroso”, sin embargo, no precisa tanto gasto, ni violencia, ni represión. No hace falta. La culpa es el elemento que impide la rebelión. “¿Cómo vas a irte?” “¿Cómo no vas a pasar estas vacaciones con nosotros?” Y entonces el otro piensa “es cierto, no puedo negarles nada, no puedo alejarme…les debo tanto…se sacrificaron tanto… Soy un egoísta por solo pensarlo. Da igual. Otro verano en la playa con mis padres” Estas reflexiones nos llevan a otra definición; La culpa es el mecanismo homeostático que impide un cambio en el sistema, en este caso, una crisis familiar con motivo del proceso de individuación del hijo.
Ahora bien, si abrimos un poco más el zoom descubrimos que la culpa también es una estrategia de alienación social. Sembrar la culpa representa una magnífica forma de manipulación. Pero cuidado. Esto hay que hacerlo con cabeza, para que no se note que queremos obligar al otro a realizar los comportamientos que nos interesan. No. Con la culpa no hace falta recurrir a la represión ni al castigo. ¿Para qué? La culpa es una forma de invertir el asunto, de ofrecerle al otro la posibilidad de que se fustigue con su propio látigo. Existen dos vías básicas para conseguir esto; una es apelando a la responsabilidad y consiste, por ejemplo, en decir al empleado que es libre en la flexibilidad de horario, mientras le llenamos la mesa de trabajo. Otra, es construir un paradoja para que el individuo vea limitado su deseo. ¿Cómo se hace esto?. Es sencillo, se le puede pedir algo imposible para fabricar una parálisis, por ejemplo, se le prescribe un mandamiento como: “ no consentirás pensamientos ni deseos impuros” Entonces, cuando coincida con la mujer del vecino en el ascensor y su respiración se corte y su corazón se acelere, pesará lo débil que es, y lo culpable que se siente por no ser capaz de contener su propio cuerpo.
En resumen, enseñar a las personas a culpabilizarse es una forma barata y pacífica de mantener nuestro poder. Ah, se me olvidaba, para no parecer tan negativo quiero dar otra definición más. La quiero llamar la definición ingenua de la culpa y consiste en considerarla como el sentimiento que regula los malos actos, para preservarnos de caer en una baja auto-estima como consecuencia de trasgredir el código ético que triangula los vínculos entre las personas. Aunque en este sentido no sé si funciona muy bien, porque, como dijo una vez la maestra Norma Mollot “los verdaderos culpables, en realidad, nunca sienten culpa”
Función de las emociones
La principal función de las emociones consiste en ser la guía para poder elegir nuestras respuestas ante las diferentes situaciones que se nos presentan en la vida.
Un mismo acontecimiento puede producir diferentes sentimientos y su expresión generar distintas realidades. En general, todo sentimiento, aunque no se exhiba abiertamente, es una comunicación, que influye en la naturaleza de los vínculos que construimos con los demás.
A las emociones, generalmente, no las elegimos, ya que aparecen como consecuencia de la percepción de un cambio en el ambiente. Su presencia, por lo tanto, está más determinada por los acontecimientos que por la voluntad. Pero una vez surgen, podemos hacer con ellas varias cosas, como negarlas, inhibirlas, falsearlas, disimularlas, controlarlas o simplemente sentirlas y expresarlas abiertamente.
En todo caso, cada una de ellas cumple una función concreta. La ira, por ejemplo, nos hace apretar los dientes frente a los obstáculos de la vida, y ayuda a colocar los límites a los demás cuando la propia libertad se ve en peligro; el miedo sirve para protegernos de los peligros; la alegría, para fortalecer laautoestima y compartir; la tristeza permite reparar el alma y elaborar el duelo; el asco, impedir lo inaceptable.
En general, las principales funciones de los sentimientos y las emociones son:
Servir de guía para la conductas
Connotar la situación como positiva o negativa
Preparar el organismo para la acción
Construir el sentido de la realidad y la identidad
Facilitar el autoconocimiento
Ayudar a dar significado a cada situación y a cada tipo de relación interpersonal
Contribuir a la construcción de vínculos y relaciones
Comunicar el estado de ánimo
Marcar la dirección de los procesos de atención y de memoria
En todos los seres humanos existe una tendencia al desarrollo personal, habitualmente promovido por el deseo y la curiosidad, que suele conseguirse con mayor facilidad cuando somos capaces de fluir con la vida conectados al presente y a nuestras emociones, con la confianza en nuestro propio organismo como referente interno de actuación. Cuando lo conseguimos, podemos beneficiarnos de las importantes funciones de nuestros sentimientos, aunque a veces, nos cueste soportar algunos.
Emociones Secundarias
Las emociones secundarias son más complejas, por lo que requieren un cierto grado de desarrollo cognitivo en el individuo para ser elaboradas. También se las conoce como emociones sociales, ya que surgen en contextos de relación inter-personal. Son aquellas que emergen más tarde en la experiencia humana (alrededor de los dos años) y están muy influenciadas por los aprendizajes y los procesos de socialización.
las emociones secundarias son:
Culpa
Vergüenza
Orgullo
Celos
Características:
Surgen junto a las primeras representaciones humanas de auto-conciencia
Están influenciadas por la cultura y las normas sociales del momento
Influyen en el auto-concepto y la autoestima
Ayudan a fomentar el autoconocimiento y a construir la identidad personal
Emociones Básicas
Las Emociones Básicas o primarias son aquellas que “vienen de serie” y denominamos innatas, porque aparecen desde el nacimiento y son fáciles de suscitar en bebés. Con tan solo acercarles ciertos objetos nos permiten observar auténticas expresiones faciales y reacciones de aceptación o rechazo.
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Las Emociones Básicas son:
Ira
Asco
Miedo
Alegría
Tristeza
Y se caracterizan por:
Ser compartidas con los primates y muchos otros animales
Surgir en todas las culturas humanas y en todos los periodos históricos
Estar genéticamente programadas.
Tipos de emociones
Los diferentes tipos de emociones y sentimientos que experimentamos los seres humanos han sido agrupados por la psicología en dos grandes bloques. Los criterios para construir estas categorías fueron el momento temporal en la vida del individuo, donde por primera vez se puede observar la expresión de cada tipo de emoción. Muchas de ellas están presentes desde el mismo nacimiento y son compartidas con los demás seres vivos. Las otras son consecuencia de la socialización.
EMOCIONES BÁSICAS, PRIMARIAS O INNATAS:
Ira
Asco
Miedo
Alegría
Tristeza
EMOCIONES SECUNDARIAS, SOCIALES O APRENDIDAS SON:
Culpa
Vergüenza
Orgullo
Celos
Otra forma, más subjetiva, de agrupar los diferentes tipos de emociones se ha basado en la sensación de agrado/desagrado que producen y en el tipo de reacción que desencadenan. Desde este criterio, hablamos de emociones positivas y emociones negativas. Las primeras, como la alegría, generan conductas de aproximación, mientras que las segundas, como la ira, produce distanciamiento y rechazo.
Esta última clasificación se usa menos, debido a que el criterio positivo-negativo puede implica un juicio de valor y no tiene en cuenta el contexto donde la emoción se desarrolla. La alegría, por ejemplo, puede estar desautorizada y provocar rechazo en personas que pertenecen a familias con una historia donde hubo que soportar mucho sufrimiento. La ira, por otra parte, puede ser considerada una expresión adecuada en situaciones donde la dignidad se encuentra amenazada. Dependiendo de cada situación, las mismas emociones y sentimientos pueden ser considerados apropiados o inadecuados. No representa lo mismo reír en un funeral que en una fiesta.